
Los mejores aprendizajes vienen de nuestros errores, no de nuestros aciertos. Cuando un estudiante se equivoca, se abre una ventana de aprendizaje profundo. En lugar de simplemente corregir, pregunta: «¿Qué te hizo pensar eso?» Esta simple pregunta transforma el error en reflexión. Creemos aulas donde equivocarse sea parte natural del proceso, no algo que temer.